domingo, 14 de marzo de 2010

¿PARA QUÉ QUEREMOS AL ESTADO?

El Estado, nos dice Max Weber en Economía y sociedad, es (cito de memoria) aquella entidad que reclama para sí, con éxito, el monopolio legítimo de la violencia. Pero para qué nos sirve un ente violento, cuál es su función, por qué tiene el monopolio de la violencia, el cual además es legítimo, continua Weber: “Lo que actualmente estimamos como funciones básicas del Estado –el establecimiento del derecho (función legislativa), la protección de la seguridad personal y del orden público (policía), la defensa de los derechos adquiridos (justicia), el cuidado de los intereses higiénicos, pedagógicos, político-sociales y otros (las diferentes ramas de la administración) y especialmente la enérgica protección organizada dirigida hacia fuera (régimen militar)-” (Weber, 2002:604).
Pero por qué se le dio al Estado todas estas funciones, para qué tener un ente capaz de usar legítimamente la fuerza. Creo que algunas respuestas nos la pueden dar las teorías contractualistas, empecemos con Hobbes, quien considera que el Estado y la necesidad de éste surge cuando el hombre vive en el Estado natural, en Estado de naturaleza, pues considera que los hombres que se obstinen a vivir en Estado de naturaleza contradicen su propia esencia. Hobbes considera al hombre malo por naturaleza, dice que el hombre es el lobo del hombre, el hombre es un ser que se puede dejar llevar por sus pasiones, y es aquí donde entra la importancia de crear el Estado, pues los hombres edifican la sociedad humana en donde la ley y el orden establecido tendrán poder contra las pasiones, se trata de crear, de unirse en sociedad para conseguir seguridad, para frenar las pasiones y dejar de vivir todos contra todos.
Las pasiones y su conocimiento son muy importantes para Hobbes, pues de éstose podrá encontrar el orden en la vida social y la mejor forma del Estado.
Dice Hobbes: “La causa final, fin o designio de los hombres es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de que guerra que, tal como hemos manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de naturaleza...” (p. 137).
La concepción del Estado Leviatán en Hobbes es muy clara, implica el tránsito del Estado de naturaleza en donde el hombre vive en la barbarie y en guerra de todos contra todos, sin nada de derecho, a un Estado creado y sostenido por el derecho, un Estado con poder para iniciarse y reformar su propia estructura. Así, para Hobbes el Estado no es otra cosa que la negación del Estado de naturaleza, se crea el Estado, se construye un mandato, y representantes, con poder para obrar en nombre y con el poder de todos, se trata, pues, de ceder gran parte de la soberanía individual al Estado, para tener la certeza de que el Estado nos protegerá, de que controlará nuestras pasiones y nos dará seguridad (Hobbes, 2003:passim).
Otro distinguido contractualista es Rousseau, quien en El contrato social se opuso al racionalismo que plateaba la Ilustración, pues decía que “un hombre que piensa es un animal depravado”, sostiene que el hombre nace libre pero vive entre cadenas, aquí surge la idea del convencionalismo, pues sostiene que el orden social es una convención. Dice que la única sociedad natural es la familia, y que esta subsiste mientras los hijos necesitan de los padres, cuando esta necesidad termina la familia también termina, pero si subsiste será por una convención. Así, el modelo rousseauniano de sociedad política es la familia.
Rousseau considera que la naturaleza obliga a velar por su propia conservación y dice que “el más fuerte no lo es jamás bastante para ser siempre el amo o señor, si no se transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber” (Rousseau, 1971:5). Así, surge el contrato social, pues surgen obstáculos que impiden la conservación del Estado natural los cuales superan las fuerzas que cada individuo puede utilizar para mantenerse en él. Considera que el hombre nace igual y libre pero debe buscar asociarse para defender y proteger con su propia fuerza la persona y los bienes de todos los que se asociaron, y dice que para esto al unirse todos no se obedece sino a sí mismo y así permanece libre como antes. Con el contrato social el hombre de ser un “animal estúpido y limitado se convirtió en un ser inteligente, en hombre” (p. 12), con el Estado social el hombre pasa a obedecer la razón y la ley, deja de lado los impulsos, sustituye los apetitos por la razón y a los impulsos por el deber (pp. 11 y 12).
Importante es mencionar que el contrato social se celebró entre miembros del cuerpo político del Estado, pero considera Rousseau que el gobierno no es un contrato, sino un empleo, y el pueblo podrá modificar o limitar el poder que delega en sus gobernantes en cualquier momento.
Posteriormente ya Rousseau entra a hablar, entre otras cosas, de las formas de gobierno, y eso ya queda fuera de los alcances de esta nota, pero no puedo dejar de lado esta excelente cita: “Si hubiera un pueblo de dioses se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres” (p. 36).
Hasta aquí dejo las ideas de dos destacados contractualistas, sólo para intentar dejar en claro cómo y por qué es que surgió ese ente al que llamamos Estado, en otra nota seguiré escribiendo sobre el tema.

Bibliografía:
Hobbes, Thomas, 2003, Leviatán, México, Fondo de Cultura Económica.
Rousseau, Juan Jacobo, 1971, El contrato social, México, Porrúa.
Weber, Max, 2002, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario