jueves, 18 de febrero de 2010

EL DESENCANTO

Woldenberg, José, El desencanto, México, Cal y Arena, 2009, 386 páginas.


La esperanza era como las canicas. Hay que jugarla, aunque sepamos que en cada juego se casca un poco más.


En diciembre pasado José Woldenberg me obsequio su último libro, El desencanto, y pues que lo leo, acabo de terminarlo, y me pareció buena idea escribir algunas líneas sobre su contenido.

De este libro bien podrían haberse publicado dos tomos, uno que se llamara El desencanto, y otro que se llamara Los autores del desencanto, sólo haré referencia al primero. El libro en comento es lo que podríamos llamar un relato novelado, Woldenberg nos muestra, gracias a su buen estilo de escritor, una historia que puede ser comprobada, con hechos verídicos, pero con un personaje ficticio, Manuel, quien es el protagonista principal de este libro. Manuel bien puede ser José Woldenberg (o sus amigos), pero seguramente diversos personajes que vivieron los hechos que narrados se podrán identificar con él. La idea del desencanto se va desarrollando al momento de narrar diversos momentos claves en la historia de la izquierda en México, a partir de la década de los setenta, momentos que fueron de gran talante en el imaginario colectivo, pero que no tuvieron el final esperado, aquí el desencanto. Inicia con Manuel sindicalista, nos narra como es que se fue formando el sindicato universitario, como los movimientos y los actores que creían en la izquierda también creían que los movimientos sociales, las manifestaciones y movimientos obreros organizados eran el camino del progreso del país, el sindicato universitario, y su creación en los setenta es magistralmente contado por José Woldenberg en el primer apartado de este libro.

Posteriormente nos narra cómo era la vida de la izquierda partidista, el cambio de Partido Comunista a Partido Socialista Unificado de México, como es que ser de estos partidos en aquellos tiempos no era nada fácil, si bien ya tenían reconocimiento legal, aún sufrían afrentas por parte del gobierno, además de los propios problemas internos, aquí extrañe una vieja frase del propio autor en su libro Memorias de la izquierda, cito de memoria: “es increíble la capacidad de la izquierda para crear espacios inevitables”.

Resulta interesante cuando narra el secuestro, en 1985, de Arnoldo Martínez Verdugo y Félix Bautista a manos del Partido de los Pobres (del ya desaparecido Lucio Cabañas) y el PROCUP; o bien como es que se observaba, desde la izquierda, el movimiento de 1988 y la Corriente Democrática que encabezaba el ingeniero Cárdenas, dice Woldenberg: “La verdad es que al principio no le prestamos mucha atención. Nos parecía pura escaramuza natural previa a la designación del candidato a la Presidencia que no llegaría muy lejos. Nos equivocamos”. Este episodio resulta interesante ya que como sabemos, 1988 fue un parteaguas para la consolidación de la izquierda mexicana, finalmente el candidato del PMS, Heberto Castillo, apoyaría la candidatura de Cárdenas, y el desenlace ya lo sabemos todos, se calló o se cayó el sistema, o tal vez, digo yo, lo tiraron.

Continua Woldenberg narrando ahora lo que llama el primer desencanto, el CEU, aquél movimiento estudiantil de los ochenta, en contra de las reformas del entonces rector Jorge Carpizo, fue, para decirlo rápidamente, un desencanto pues los que se decían de izquierda fueron quienes pelearon por conservar privilegios, los acuerdos no se respetaban, y se usaba aquella vieja fórmula de que en política todo se vale, resulta interesante esta interpretación de aquél movimiento estudiantil, es una visión: “la cultura de la lucha se impuso a la de los acuerdos”, nos dice; resulto casi inimaginable que la izquierda luchara por conservar privilegios, “un proceso de reformas que pusiera al día a la UNAM, pero la izquierda estudiantil universitaria decidió abortarla”.

El segundo desencanto es la salida del PRD, y aquí me da la impresión de que Manuel es José Woldenberg. El PRD fue producto, si así se le puede llamar, de la coyuntura post 88, un movimiento con tanta fuerza como el Frente Democrático Nacional para mantenerse tenía casi como único camino el transformarse en partido político, y así fue, lo hizo heredando el registro del PMS, creando el PRD, en donde confluyeron las más diversas corrientes de izquierda, por fin se agrupaban, y los que ya venían de la izquierda lo veían con buenos ojos, a Manuel le parecía que, además de la unidad de las fuerzas de la izquierda, se debía tener el rumbo bien definido. Un partido que era liderado por un solo personaje, y que dejaba casi de lado el debate y la confrontación de ideas ya no era mucho del agrado de Manuel, acostumbrado al debate y la discusión “ordenada y con sentido”. El PRD se movió siempre en terrenos pantanosos, no se decidía si le entraba al camino de la construcción, de la transición democrática o no. Luego de los hechos ocurridos en 1988 la relación del PRD con el gobierno no fue buena, pero ¿cómo podría ser posible alcanzar cambios democráticos sin la colaboración del PRI y del gobierno?

Manuel y sus amigos decidieron cortar con el PRD, creían que era el momento oportuno para entrarle a los cambios prodemocratizadores, sin la colaboración del PRI y del gobierno, era, para decirlo claramente, un partido sin un rumbo bien definido, lo que llevó a tres personajes importantes de la izquierda mexicana, José Woldenberg, Pablo Pascual Moncayo y Adolfo Sánchez Rebolledo, a dejar el partido, su visión era de cambios prodemocráticos, si bien estaban concientes de que era necesario un partido de izquierda, también consideraban que no era lo único, la estrategia debía ser de colaboración, “la línea hegemónica” del PRD no era funcional para los fines de la transición democrática.

Continua hablando de Manuel como funcionario público, en el IFE, en donde era un verdadero conocedor de la materia y los mecanismos y procedimientos electorales.

Otro desencanto es el de el EZLN y la violencia política, el cual se puede resumir diciendo que luego de que por muchos años se había comenzado a creer, si bien todavía poco, en el camino de las instituciones como la mejor manera de maneja solucionar los conflictos, con el surgimiento del movimiento armado zapatista el camino de la violencia comenzó a cobrar nuevamente fuerza, la vía armada se llegó a justificar, la izquierda de nueva cuenta creía en ese camino, este es otro desencanto.

El cuarto desencanto me resulto verdaderamente magistral, es la reacción ante la derrota, inicia con el siguiente diálogo: “Me hablo a mi casa. –¡Ya viste lo que están diciendo! –casi me arranca la oreja con sus gritos. –¿A qué te refieres? –Dicen que hay tres millones de votos perdidos en el PREP. No mamen. –... –Eso es imposible. Están en un archivo especial y ellos lo saben. ¡Qué poca madre! –Pues que lo aclaren”.

Este apartado es uno de los más interesante por el tema tan “fresco” que trata, el proceso post electoral de 2006 y todo el movimiento social surgido alrededor de Andrés Manuel López Obrador, y nos hace una narración de todos los hechos que se argumentaban como fraudulentos, además de que hace una defensa de las instituciones. Explica como funciona el PREP, el por qué no puede ser cierto el famoso algoritmo, los conteos distritales y demás, pero además lamenta que ahora el conflicto no hubiera acabado con la resolución del Tribunal Electoral, como ya se había hecho costumbre en este país. Con unos resultados tan cerrados, el conflicto no se hizo esperar, pero se debió aceptar la resolución del Tribunal, y no recurrir a la movilización social, si bien el capital político obtenido por AMLO es significativo, también lo es que su conducta, la única variable que se puede controlar en política, pudo haber sido diferente y tal vez marcado una diferencia más significativa.

Así, El desencanto es un libro un poco pesimista, pero muy ilustrador de la historia de la izquierda en México, con un lenguaje accesible, convirtiéndolo en uno de esos libros que no puedes dejar de leer, el cual además incluye frases amenas, lo cual aumenta su valor.

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